Ah, el verano. Calor, churretes de crema solar, helados y unas ganas inmensas de tumbarnos en la sombra con un buen libro. Este año no hemos querido faltar a nuestra cita veraniega con la lectura y te proponemos, como viene siendo ya tradición en esta casa, unas cuantas lecturas para grandes y peques. Y tú, ¿qué libros te vas a llevar de vacaciones?
De aquí para allá, de Hebe Uhart (Adriana Hidalgo). Por el puro deseo de conocer y saber más de las comunidades originarias de América Latina, esta cronista, maestra de profesión, visita distintos pueblos en Argentina, Ecuador y Perú. Conversa con descendientes de caciques, maestras, médicas, artesanas, mujeres que andan por la calle, niños que no aprendieron su lengua materna. Mapuches, quom, wichis… “Indios de corazón” y personas mestizas que reniegan de sus orígenes. Uhart describe ahora una casa llena de flores y plantas, ahora una “ruina” privatizada, ahora una terminal de autobuses. Sin ninguna pretensión académica, sin florituras, las descripciones se combinan con un flujo constante de diálogos en torno a lo común y lo divino, lo que fue y lo que es. Leer a Hebe Uhart es la mejor forma de viajar en tiempos de pandemia.
Su cuerpo y otras fiestas, de Carmen María Machado (Anagrama). El debut literario de esta autora estadounidense de origen cubano se enmarca en el llamado new weird (una mezcla barroca de terror, realismo mágico, fantasía y ciencia ficción), al que agrega como ingrediente principal un posicionamiento rotundo a favor de las mujeres. Los ocho relatos que componen la antología comparten un toque metaliterario más o menos explícito y —como anuncia el título— la corporalidad y la sexualidad, en su dimensión más excesiva y perturbadora, como elemento central. Especialmente reseñable es la naturalidad con la que esta ficción se zafa de la heteronormatividad.
Hamnet, de Maggie O’Farrell (Libros del Asteroide). El punto de partida de este libro (el fallecimiento del hijo de William Shakespeare, que dio pie a que años después escribiera Hamlet) puede resultar engañoso. No esperen encontrarse con una biografía del legendario autor, que narre cómo llegó a crear una de sus grandes obras. O’Farrell opta por llegar a ese destino cogiendo una carretera secundaria, que pone en primer lugar el espacio doméstico y la figura de Agnes, la esposa del escritor, un personaje inolvidable y poderoso. El viaje literario, de la mano de una escritura trepidante y evocadora, nos deja con ganas de más.
Mi cuerpo también, de Raquel Taranilla (Seix Barral). Después de ganar el premio Biblioteca Breve 2021 con su fantástica Noche y océano, se reedita este primer trabajo de Raquel Taranilla. Una novela autobiográfica sobre el linfoma de Hodgkin que colonizó su cuerpo en 2008. El libro rompe deliberadamente con toda la retórica contemporánea en torno al cáncer: no hay en este relato resquicio de superación personal ni de autoayuda barata. Una disección sin concesiones del mal que atraviesa, en palabras de la autora, los oncocuerpos (la autora es lingüística y analiza asimismo los discursos institucionalizados y disciplinantes de la enfermedad). Un relato en primera persona escalofriante, doloroso, y al mismo tiempo bello y esclarecedor.
Dientes blancos, de Zadie Smith (Salamandra). La primera novela de esta escritora inglesa de origen jamaicano supuso un terremoto en la escena literaria inglesa de principios de los 2000. Situada en un barrio londinense de migrantes, sus páginas narran las vidas de dos ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial que vuelven a encontrarse pasadas tres décadas. La historia sigue el rastro de varias generaciones en el Londres multirracial de finales del siglo XX y reflexiona sobre aspectos de la existencia humana como las identidades o el sentimiento de pertenencia. Una historia de muchas capas escrita con un estilo creativo, descriptivo, complejo y de un fino humor tragicómico.
Para gustos los colores, de Aurelia Pey y El Rubencio (Bellaterra). El mundo de la infancia está lleno de tabúes, sobre todo en torno a la sexualidad y las emociones, y contamos con pocos recursos para combatirlos. Una herramienta muy útil para nombrar estas experiencias y emociones invisibilizadas es la literatura y los cuentos infantiles, como esta tierna historia de dos niñas que se enamoran.
El gato que buscaba un nombre, de Fumiko Takeshita y Naoko Machida (Akal). El gato que busca un nombre descubre que lo que realmente necesita no es un nombre, si no ser nombrado, mirado, sostenido, en definitiva, cuidado. Pocas veces se ha hablado sobre la identidad y los cuidados de una manera tan certera y sencilla como en este delicioso álbum ilustrado.